“He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre” —Salmo 127:3

La Biblia dice que los niños son como plantas tiernas (Salmo 128:3). Así como una planta tierna puede ser plantada y cultivada por un jardinero hacia cualquier dirección, los niños pueden ser influenciados para escoger una senda correcta o incorrecta. Los padres tienen la oportunidad de proteger a sus hijos y encaminarlos hacia las sendas rectas, hasta que lleguen a ser árboles fuertes.

En el mundo actual, muchos niños de primaria tienen acceso a material moralmente destructivo, tal como pornografía, películas inmorales, y programas de televisión viles y llenos de violencia. Para los padres que deseen proteger a sus hijos de la influencia de otras personas que ya pudieran estar afectadas por estas influencias, la escuela en casa es una necesidad.

Los hijos son la herencia del Señor (Salmo 127:3). La escuela en casa es una oportunidad para los padres que quieran guardar esa herencia, protegiendo a sus hijos de las influencias negativas, y dirigiéndolos hacia el camino de rectitud.

A continuación encontrará tres razones bíblicas para el estudio en casa.

 

Es ordenado por Dios que los padres enseñen a sus hijos.

“Oye, oh Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tú Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón, y las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos, y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”. Deuteronomio 6:4-7

Como visto en este pasaje de Deuteronomio, Dios les dio a los padres el privilegio de educar a sus hijos en la casa. Todos los mandatos bíblicos en cuanto a la educación y crianza de los niños están dirigidos hacia los padres. Esto implica que los padres debieran ser los primeros y principales maestros de sus hijos, pues además, la conducta de un niño traerá honra (Éxodo 20:12) o deshonra (Deuteronomio 21:18-20) a sus padres ante Dios y los demás. Ellos, como nos lo dice Pablo, deben criar a sus hijos “en la disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4).

El estudio en casa provee una herramienta para que los padres, junto con sus hijos, trabajen para cumplir el mandamiento bíblico de conformar sus mentes a la forma de pensar de Dios.

Romanos 12:2 dice: “no nos conformemos a este siglo sino que, por el contrario, nos transformemos por medio de la renovación de nuestro entendimiento”.

La educación en casa les da a los padres la oportunidad de ser la mayor influencia en cuanto a la forma de pensar de sus hijos. Con ella, los padres pueden estar cerca de sus hijos, saber qué estudian, y darles una educación que toma en cuenta a Dios en cada materia académica. Participar en esta labor es un reconocimiento que es un privilegio, dado por Dios, que los padres puedan educar a sus propios hijos en Sus verdades.

El estudio en casa permite la cercanía diaria entre padres e hijos que permite que los padres sean usados para el perfeccionamiento de la obra de Dios en sus hijos, tal como la Biblia lo manda.

El Salmo 31 dice que Dios determina las características (características físicas, temperamento, dones y personalidad) de cada uno de nuestros hijos desde que están en el vientre. Aunque los padres seguramente tienen influencia genética, no determinan cada una de estas características, sino que los hijos son un resultado directo de la obra creativa de Dios. Sin embargo, a los padres se les ha dejado el privilegio de guiar a sus hijos hacia Dios.

Para todo, se ha determinado un tiempo específico, y la educación de un hijo no es la excepción. Los padres tienen un tiempo oportuno para ello, tiempo que pasa rápidamente, y al terminarse, será demasiado tarde para moldear y direccionar a sus hijos hacia el supremo llamamiento que Dios ha escogido para ellos. Por eso, es muy importante que tengan ese sentido de urgencia para educarlos y guiarlos desde una temprana edad.

Es día a día que se presentan las oportunidades de plantar en el corazón de sus hijos los principios y hábitos de vida que son agradables a Dios. Si lo hacen, cuando sus hijos crezcan, tendrán el gozo de ver que las semillas que plantaron produjeron el fruto esperado para la gloria y honra de Dios.